El chino y yo [microrrelato]
- Hugo Marroquin
- hace 18 horas
- 2 Min. de lectura
El idioma chino mandarín ha sido ya un compañero de mi vida y esta es la historia de porqué decidí estudiarlo.
En 2002 conocí Beijing, ya era una megalopólis pero aún se encontraba lejana a lo que le sucedería después de ser una ciudad olímpica en 2008. Aún estaban los chinos dejando atrás hábitos poco comunes en occidente, como escupir por donde sea. Había llamados a ello así como comenzaban a establecerse formas de comunicación, como el uso de tarjetas escritas en caracteres chinos.
Una mañana, tras una noche de fiesta –de esas que no sabes cómo llegaste a donde despertaste– me encontré caminando en algún barrio dela otrora Pekín en español, deambulando como un zombie que entre la cruda y el desconcierto, no lograba encontrar el camino a casa.
Me detuve en una parada de camión, todo resultaba ilegible. Miraba los letreros de la ciudad, lo mismo, ilegible. Intentaba encontrar algo que me guiara, podía pronunciar –eso creía yo– el barrio en el que me hospedaba, pero la gente parecía no entender.
Me sentí perdido, desahuciado. ¿Cómo podría encontrar el camino de regreso? Me quedé sin respuestas. Me senté, y sin esperanzas, me puse a esperar.
Esa experiencia resultó tan traumática, que apenas al regresar a México me puse a estudiar en alguna pequeña escuela de Polanco. Lo hice uno meses y lo dejé. Años después me inscribí al Instituto Confucio de la UNAM en el Centro Histórico de la CDMX, y ahí pasé 5 años hasta lograr el nivel HSK 2 (CEFR A2). Definitivamente, fueron años felices.
Mi mudanza a Colombia terminó con ese proyecto, intenté a mi llegada retomar con profesores privados, pero no funcionó. Me alejé muchos años del chino.
El año pasado, descubrí Duolingo. Comencé con Catalán para intentar entender a compañeros de trabajo de Barcelona. Después pasé al Alemán para prepararme para mis vacaciones en Baviera. Cumplido el objetivo y como una deuda conmigo, retomé el chino mandarín. Y desde hace meses me siento feliz por ello.
El chino mandarín es un idioma hermoso, de una complejidad infinita, de una dificultad aterradora. Pero hermoso. Es una puerta a una comprensión del mundo y la vida totalmente diferente. Su escritura es un acto terapéutico y artístico a la vez, cada trazo tiene una dirección, un peso, una secuencia, un orden, y entre todos, una balance, una composición armónica.
No sé hasta donde llegue con este idioma, pero sé que me encanta y que me acompañará muchos, muchos años más.
Quizás un día vuelva, y en vez de buscar el camino de regreso, pediré indicaciones para llegar aún más profundo.
Sobre este blog:
El blog de Hugo Marroquín es un espacio ecléctico donde encontrarás las mejores reseñas y recomendaciones de libros, novelas, ensayos, series, películas y videos de YouTube. Además, explora escritos íntimos, originales e inéditos sobre reflexiones personales, viajes e inquietudes de un mexicano expatriado en Colombia. Todo el contenido es creado por Hugo mismo, no por inteligencia artificial.
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