Encontrarse con un libro que tiene la capacidad de llevarte entre sus líneas y hacerte sentir –con certeza y claridad– que es eso que lees es bello, resulta entender el sentido último de la literatura.
Sin saber de la existencia de Jon Fosse antes del Premio Nobel mi acercamiento resultó cauteloso. Leí reseñas y opiniones sobre su obra. “No usa puntos”, “todo es un párrafo continuo”, “es muy difícil de leer”. Frases que se repetían por aquí y por allá que me hacían pensar que quizás podría “saltármelo”. Después de todo, dada mi profesión, veo pasar más de 400 libros frente a mis ojos, incapaz claro de leerlos todos, diferentes niveles de profundidad en su revisión me son necesarios. Así que el máximo nivel para mí, que es “leer”, lo dejé por fuera en una primer idea.
Pero luego vino la reseña de Luis Panini en Letras Libres, y como entras tantas hablaba de lo hipnótico de su lectura, de lo inversivo de su prosa. Cito:
Pocos autores son capaces de detonar una especie de trance mientras se les lee, cualidad harto extravagante en una obra que te procura la sensación, si acaso efímera, de que otra inteligencia te gobierna, de que alguien más controla, no solo lo que piensas, sino también el ritmo con el que lo piensas.
Entonces pensé que quizás debería leerlo y no sólo revisarlo.
Así pues que he terminado Trilogía (Seix Barral, 2023), estoy a más de 10,000 pies sobre el Atlántico y no quiero dejar de mirar el azul infinito que tengo en esta ventana, porque este horizonte es apenas suficiente para darle espacio a mi gozo y sorpresa por lo que he leído.
En efecto me ha hipnotizado. Me ha llevado en frases que juegan asombrosamente con el tiempo y el espacio, tal cual sucede en la vida misma. Rompe con la idea lineal del tiempo y lo transforma también en magia, o alucinaciones, o realidad. Ver a través de sus ojos, sentir a través de su piel, dejarme explotar con mis propias emociones como si fuera yo ahí, mirando los fiordos, o una perla, o una sonrisa.
Así se siente la vida, así se siente el pasado, el peso del pasado, la realidad, los golpes de realidad, el paso del tiempo, el pesado paso del tiempo, la irrealidad, lo inverosímil, lo inequívoco.
En Trilogía me he encontrado con un libro bello. Bellísimo. Mágico. Hipnótico. Que sí difícil de leer en tramos, pero al final, me lo he llevado a mi ritmo. Me ha acompañado durante tres meses. Y lo he leído cada vez a más de 10.000 pies.
Y aún si ahora estuviera yo al ras del suelo, mi mente estaría acá, a 10,000 pies mirando la belleza de este horizonte azul e infinito reflejado en sus ojos capturados perennemente en mi memoria.
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