Quizás te pasado que te encuentras en un restaurante compartiendo mesa con otra persona y ésta cada tantos segundos, digamos 40, toma su teléfono para revisar notificaciones. Incluso, para scrollear rapidamente alguna red social. Tras realizar esta acción vuelve a ti para atender la conversación. Pero 40 segundos después volverá a su teléfono.
Quizás pensarás que es molesto y falto de educación, aunque si miras de lejos la escena, como un externo, probablemente te darás cuenta que has hecho lo mismo cada tantos segundos.
Irene Vallejo ha reflexionado sobre esto en un artículo en El País de España, del cual resalto la siguiente frase:
Ahora, lee el siguiente testimonio y toma unos segundos para reflexionar qué te hace sentir o pensar:
«Mi teléfono casi siempre está apagado y a veces descubro mensajes dos o tres días después. Tengo la suerte de no estar en ninguna red social lo que hace que yo esté completamente tranquilo y que pueda leer los emails por la noche en calma, sin ningún sentimiento de urgencia, sin ese sentimiento que el tiempo se me va y que debo correr sin parar y que recibo notificaciones sin descanso. No es para mí.»
Estas son las palabras del antropólogo francés David Le Breton quien hace una disección sobre la realidad que significa la perdida de tranquilidad y calma ante el frenético ritmo que impone la lógica de consumo de aplicaciones, sean redes sociales, notificaciones de Duolingo, de Netflix, de Max, de The New York Times o El País, del banco, del correo del trabajo, de WhatsApp, de Teams, de Telegram, de X, de Instagram, a veces de Threads, de LinkedIn, de Substack o Reddit, también de nuevos videos de YouTube y también de Booking o la promoción de una aerolínea.
La conversación se ha transformado, según Le Breton. Ahora hay una atención intermitente. La conversación entendida como el espacio donde uno reconoce al otro cara a cara, donde uno está atento a los gestos del interlocutor para modular nuestro propio mensaje, nuestro propósito. Una atención que nos permite interpretar si el otro está de acuerdo o no con nosotros. Incluso la convivencia del silencio, que ahora para e ser entendido como una falla comunciativa que incomoda. Para Le Breton el silencio hace parte de la amistad, del amor, de la reciprocidad y los silencios son también un espacio compartido.
En la conversación se comparte también un ambiente. Y cuando estamos atentos a las notificaciones del teléfono nos abstraemos de esto. Tomamos un rol casi espectral. Estar ahí sin estar completamente. Perder la oportunidad de compartir la sensorialidad, el ambiente.
La conversación ha sido una parte esencial e intrínseca a la humanidad, sin embargo hoy parece un espacio amenazado por la colonización del smartphone. para Le Breton estos dispositivos son una suerte de programación del olvido, de la amnesia en tanto demasiada comunicación mata la comunicación.
Las notificaciones nos ponen en un sentido de alerta, de urgencia por saber qué está pasando, de miedo de perderse un mensaje. Hay ahora una interferencia permanente. El autor cita estudios que sugieren que no decimos las mismas cosas cuando hay un teléfono o cuando no lo hay.
Sin afán moralizador David Le Breton busca entender y explicar. Creo yo que su propuesta es necesaria para muchos de nosotros en tanto compartimos no solo su inquietud de comprender sino la necesidad de reflexionar sobre este hecho pues pensar en perder o menguar ciertas capacidades que nos hacen humanos, que promueven la empatía o el reconocimiento del otro, me parece ya una tragedia que podemos evitar.
Libro “La fin de la conversation” https://www.pagedeslibraires.fr/livre/la-fin-de-la-conversation
Mira la entrevista completa en France Culture:
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